martes, 18 de junio de 2013

Ur, El Caballero de las Sombras - Asesino

creado por Yussef







Apariencia
  • Origen:
  • Raza: desconocida
  • Nacimiento: año 597 AC (33 años en 630 AC)
  • Altura: 1.67 mts.
  • Peso: 56 kg.
  • Ojos: -
  • Cabello: no tiene
  • Piel: gris
  • Rasgos característicos: piel suave y lisa, que se adapta a su entorno
  • Ropas predilectas: viste ropas oscuras, una capa hasta las rodillas y una mascara.
Personalidad
  • Motivaciones: supervivencia, venganza.
  • Miedos: a la muerte.
  • Le gusta: asesinar, torturar y violar, especialmente humanos y magos.
  • Le repugna: el honor, el combate, las normas sociales, demostraciones de afecto.
  • Rarezas / manías: no le gusta dejarse ver, es paranoico y obsesivo.
Orígenes
  • Padre: desconocido / Madre: desconocida
  • Pais: / Región / Poblado: Continente de Siebenhen
Afiliaciones
  • Religión: / Superior: no tiene
  • Pais actual: Asteruth / Región: Poblado: -
  • Afiliación: ninguna, sólo afiliaciones pasajeras.
Posesiones relevantes: anillo de las sombras.

Biografia
"El Caballero de las Sombras."

I.- El origen.

Se dice que la vida es dura en el lado salvaje, en las tierras desconocidas del continente de Siebenhen. En aquel lugar, donde el fuerte somete al débil y donde el caos es la principal regla de vida, sólo las criaturas más poderosas pueden sobrevivir...o aquellos suficientemente hábiles para lograr escapar cuando sea necesario.

Ur, desde pequeño, tuvo conciencia de las implicancias de lo anterior y desarrolló eficientemente las innatas habilidades de los de su raza para ocultar su presencia de las demás criaturas. Él sabía que pocos de los suyos llegaban a la edad adulta y menos aún tenían la suerte de sobrevivir para ser ancianos. A pesar de ello, se había propuesto a sí mismo sobrevivir y superar todos esos obstáculos.. estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo.

Ur nunca conoció el afecto. Nunca conoció la esperanza que nace de la calidez de un hogar. Los lazos sanguíneos no significaban nada para los miembros de aquella raza, que se agrupaban en pequeños clanes sólo cuando hacerlo les reportaba un provecho individual. Cuando un miembro debía entregar a otro a las garras de la muerte para salvar su vida, lo hacía sin dudar, obedeciendo de forma ciega aquel instinto básico de todo ser vivo -exacerbado al máximo en estas circunstancias adversas-, el instinto de supervivencia. La infancia de Ur consistió en el viaje continuo de un lugar a otro, buscando alimentos y escapando de las continuas escaramuzas entre distintos bandos de las  razas dispares, pero igualmente belicosas, que habitaban las tierras bárbaras.

No se puede extrañar aquello que nunca se tuvo. El amor, más que una carencia en la vida de Ur, era un sentimiento inimaginable para él, por lo que soportar el rigor de una vida tan despiadada como la suya, desde el punto de vista emocional, fue un hecho sumamente simple. Ur adoptó el odio y la indiferencia ante los demás como sentimientos naturales. Cambió de grupo en innumerables oportunidades, vio morir a compañeros muchas más veces, sin embargo no existía la tristeza en su corazón. La ignorancia era su bendición. Su inocente amoralidad le permitía vivir en paz, sin tener que preocuparse acerca de su origen, su futuro, ni su entorno, sin nada que perder en el transcurso de su vida, salvo la vida misma.

Pero el azar todo lo cambió. Ensuciar la pureza de un alma que desconoce la felicidad, con este sentimiento, para volver a caer en la desesperanza es quizás peor crimen que teñirla de sangre y dolor a lo largo de toda su existencia. El destino quiso que en uno de sus viajes nómades, junto al clan que compartía en ese momento, se encontrara con un humano por primera vez en su vida.

 A pesar de las precauciones constantes que tomaba y su experiencia escapando de criaturas más poderosas, Ur cayó víctima del ataque de un demonio de las tierras del norte. Sus compañeros de clan lograron a duras penas escapar y se perdieron rápidamente en la lejanía. Ninguno de ellos lo ayudó, pero aquello no sólo era previsible para Ur, sino también comprensible. Ur, gravemente herido frente a aquella criatura, sabía perfectamente lo que venía a continuación, y lo aceptaba con naturalidad. Había hecho todo lo que estaba en sus manos para no terminar como los demás y no había sido suficiente, por lo que resignarse y entregarse en paz a la muerte era un paso sencillo de dar para el malogrado Ur. Sin embargo la muerte no lo alcanzo ese día. Una fuerza extraña lo ayudó, una fuerza que el había presenciado con anterioridad, pero que jamás había intentado comprender, el poder de la magia. Esto era natural teniendo en cuenta que la mayoría en su clan de Siebenhen son guerreros, pícaros o bárbaros en su gran mayoría, había muy pocos shamanes dedicados al cultivo de la brujería. Sea como fuere, ese extraño poder había puesto fuera de combate a su captor y le había entregado una nueva oportunidad para seguir viviendo. Pero, ¿cuál era el origen de aquel poder? Detrás de unas rocas apareció la figura de un humano, de tez pálida y aspecto frágil, que se acercó a él. Ur no sentía gratitud hacia aquella criatura desconocida que acababa de salvarle la vida, sin embargo en las circunstancias que se encontraba le pareció mejor idea seguir su travesía junto a él que hacerlo sólo. Aquí comenzó la verdadera pesadilla de Ur.

El nombre de aquel anciano y enclenque humano era MistFist. La barrera del idioma no fue impedimento para que ambos lograran comunicarse y entenderse. La astucia y experiencia de Ur escapando de los depredadores de esas tierras junto a las habilidades mágicas de Mistfist les permitieron sobrellevar el viaje sin mayores sobresaltos. Así hasta que llegaron a unas antiguas ruinas de lo que parecía haber sido una gran metrópolis de civilizaciones perdidas en el tiempo (todas las ciudades conocidas por Ur estaban en ruinas y ahora eran refugio de criaturas distintas a aquellas que originalmente las construyeron y poblaron). El afable anciano se veía alegre, en aquel lugar se asentaron por un tiempo, tiempo que fue aprovechado por Ur para instruirse en el arte de la magia siguiendo los matutinos paseos del viejo que estudiaba los edificios y símbolos en ellos tallados. Pasaron aproximadamente 5 meses, durante los cuales su relación de camaradería se fortaleció y Ur por primera vez sintió la ayuda desinteresada de otro ser hacia su persona, sentimiento que lo perturbaba, pero al mismo tiempo lo hacia sentirse feliz.

Un día todo cambio. Al despertar por la mañana, Ur se dio cuenta de que estaba atado de pies y manos tendido en el suelo sobre lo que ya entendía como una gran runa arcana. Frente a él, una figura casi demoníaca se alzaba, de la que parecía desprenderse un aura de profunda maldad; sí, era Mistfits, tenía su porte, sus rasgos, pero a pesar de ello parecía una persona completamente distinta, entre dientes siseando el brujo hablaba consigo mismo en varios idiomas.

Ur había sido traicionado, al igual que en otras ocasiones, pero esta vez era distinto. El motivo de aquella traición no era el instinto de supervivencia, ni el miedo, no, ésta sólo era motivada por una profunda sed de maldad. La tortura que viviría durante semanas tenía como único fundamento el estudio del dolor físico de su raza y de la muerte. Sin embargo no era el hecho de morir torturado lo que lo angustiaba. El dolor físico, en forma de abusos cometidos por aquellos pertenecientes a su propia sangre o en forma de ataques de criaturas demoníacas había estado siempre con él, desde pequeño. Y si bien deseaba mantenerse vivo durante el mayor tiempo posible, la muerte no le producía ningún miedo. Se podría decir que mantenerse con vida había sido un simple desafío, una especie de juego en el cual quería seguir participando por el tiempo que fuera posible. La traición esta vez lo había perturbado por la confianza que había depositado en ese humano, confianza que jamás pudo entregar anteriormente y que aún en esos momentos encontraba difícil de entender. Esa mezcla de sentimientos nuevos lo asfixiaba, y si existía en verdad un motivo por el que deseaba morir rápidamente, no era para escapar de la tortura de su cuerpo, sino de aquella que consumía su alma… su deseo le fue concedido varias veces de las formas mas macabras imaginables, pero sin el descanso anhelado, una  y otra vez regresado a la vida engañado por el brujo y obligándolo a regresar para continuar como objeto de sus estudio.

La situación era abrumadora. Las posibilidades de escapar, nulas. Estaban en una ciudad en ruinas, carente de toda jerarquía. Nadie podría venir en su auxilio y si alguna criatura era lo suficientemente fuerte como para asesinar a Mistfist posiblemente haría lo mismo con él, que no estaba en posición de defenderse ni escapar. Por otro lado, Mistfist saboreaba cada momento; continuamente comentaba entre incoherencias, acerca de lo especial de este momento, la primera vez que tenía la oportunidad de realizar sus experimentos con tanta tranquilidad, sin ser estorbado por la continua necesidad de esconder su trabajo de las inquisidoras y mediocres mentes de los civilizados, libertad, información sobre criaturas extraordinarias y vestigios de ruinas arcanas lo tenían maravillado.

Pasó mucho tiempo, Ur nunca supo cuanto, pues sus nociones de la realidad durante ese período se volvieron confusas, casi inentendibles, hasta que se apagaron por completo, como en un sueño. En algún momento, Ur despertó. Despertó y la situación había cambiado, pues se encontraba tirado en el piso de las runas talladas, pero sin amarras y sin rastros de su torturador.

II.- Las tierras humanas.

Durante el tiempo que Ur compartió con Mistfist, escuchó de las tierras que existían al sur, lugar donde habitaban los humanos, raza que el ahora detestaba. Una vez libre, lo primero que pasó por la mente de Ur fue iniciar un viaje hacia esa zona, cosa que hizo sin demora.

[…]

…así, Ur llegó hasta la entrada hacia el bastión de los valientes. (viaje por las zonas salvajes hasta Ophet)


Se había encontrado con la gran muralla que separaba las tierras bárbaras de las tierras humanas. Era una zona de batalla permanente, donde los humanos y demonios combatían sin tregua. Cualquier demonio que lograba pasar las primeras líneas de defensa, era rápidamente abatido por los arqueros humanos que atacaban desde lo alto, invisibles a sus ojos por la distancia pero entrenados para cubrir perfectamente un área con una lluvia de flechas perfectas, incluso si se conseguia avanzar hasta las faldas del muro, este se imponía 100 veces mas alto que cualquier construcción vista en la vida de Ur, insuperable por medios naturales. Sin embargo, Ur había experimentado el estado de guerra durante toda su vida, por lo que se encontraba preparado para afrontar la situación. Usando sus habilidades de ocultación, logró infiltrarse entre los soldados humanos y así ocupar los canales de desplazamiento de los ejércitos de Ophet y eventualmente consiguiendo traspasar una tras otra todas las defensas humanas. Ur penetra la fortaleza, estaba ya en territorio humano.

La raza de los hombres es frágil, eso estaba claro. Pero había algo más, los humanos no utilizaban magia como Misfits, lo que los convertía en blancos fáciles para un ser demoniaco. Era difícil entender como esta raza de débiles seres podía mantener a raya a poderosos demonios. Todo esto los convertía en la presa perfecta para entrenar y mejorar sus habilidades de combate, aspecto que nunca había potenciado a diferencia de sus habilidades de ocultación. Éstas últimas le servirían ya no para escapar del enemigo, sino que para atacarlo sin que este notara su presencia y por lo tanto tuviera posibilidades de defenderse.

Ur permaneció un tiempo en la Ciudad Escudo de Ophet, robando y asesinando a los soldados en sus momentos mas vulnerables. Poco a poco fue aprendiendo de la cultura humana y de las nuevas tierras en las que ahora se encontraba; entendió que la organización de los humanos era su mejor arma para repeler a las razas de tierras bárbaras y también conoció el alto nivel de especialización técnico de algunos guerreros humanos, que los convertía en temibles adversarios. Aquí, se entero de la existencia de otras ciudades en el continente que no tenían relación directa con la guerra y que vivían en un estado de calma permanente. No había mejor lugar para que Ur desarrollara sus habilidades.

El nuevo mundo era una bendición para Ur, quien poco a poco lograba robar y matar con menor dificultad. Después de mucho viajar, se estableció en la ciudad de Luthier y comenzó a matar sistemáticamente, ya no para consumar sus robos, pues posesiones materiales no le faltaban, sino que por el simple placer de matar. Poco a poco sus golpes se iban haciendo mas precisos y mortales, sus movimientos más agudos y su manejo de las dagas y armas ligeras en general era muy eficiente. No sólo su habilidad crecía, también sus ansías de sangre: Ur encontraba en el asesinato de los humanos una manifestación de poder y sumisión que le otorgaba una agradable sensación de placer. Pronto, el terminar con la vida de sus víctimas no fue suficiente, por lo que buscó nuevas formas de satisfacer sus deseos, a través del rapto y la tortura  de sus víctimas y eventualmente la violación de ellas. También comenzó a ser más selectivo y mientras más poder –político, económico, social, físico- tuviera su víctima y, en el caso de las mujeres, mientras mas hermosa fuera, más disfrutaba la lenta destrucción de ellas.

Pasaron varios meses y Ur se sentía vacío, no por la crueldad de sus crímenes, sino por no encontrar a otros como Mistfist, humanos con dominio de la magia a quienes someter y aplastar. Eso lo frustraba. Un día escuchó la noticia de que había un navegante de tierras lejanas en el puerto de Dol Guldur y los rumores decían que venía de tierras donde era común el uso de la brujería. Ur se puso inmediatamente en marcha hacia Dol Guldur para averiguar por si mismo que tanta verdad existía en aquellos relatos y si podía encontrar la forma de encontrar a más gente como Mistfist o mejor aún, alguna pista sobre él y su paradero.

III.- El caballero de las Sombras.

Desde Dol Guldur, viajó hasta Ophar, en un barco que se dirigía a Haldor.
Ur se dedicó a recorrer Ophar, asesinando criaturas para saciar sus instintos asesinos, investigando sobre el poder de la magia y haciéndose más fuerte. No pasó mucho tiempo antes que importantes personalidades notaran la calidad y efectividad de sus trabajos, lo que finalmente derivó en que fuera contactado para realizar asesinatos a sueldo. La vida como sicario le permitió ganarse una reputación, la que, sin embargo, al no saberse nada de él, se transformó en una especie de leyenda urbana. Muchos hablaban del “Caballero de las Sombras”, un ser despiadado que era capaz de eliminar a su víctima y desaparecer en la oscuridad antes que ésta pudiera reaccionar y menos defenderse. Aún en la actualidad, muchas dudan de estos rumores y ponen en duda su existencia. La leyenda del Caballero de las Sombras es especialmente comentada en Azathoth, pero también lo ha sido en Haldor e Irutamar, que son los lugares que frecuentó mayormente Ur.
Luego de vagar sin destino, conoce al círculo de fuego y se asocia temporalmente a ellos de forma de obtener mayor conocimiento mágico y así poder usarlo en el futuro. Completada la misión que los reunió, Ur se separa del círculo y vaga por Asteruth, asesinando y robando.
Uno de los trabajos llevo a Ur de vuelta a Sibenhen, donde después de asesinar a varios blancos fáciles, por primera vez falla en un objetivo. La cliente le encargó un nuevo trabajo que lo lleva más al norte, de vuelta a las tierras inhóspitas, en busca de un ser llamado “el morador de las arenas”.
Ur se reúne con 2 compañeros de un viejo clan, y parte en sus lobos huargos, sin imaginar lo que está por encontrar…





por Yussef y Claudio"

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